Manual de Siurana (1229-1239)

En Cataluña detectamos la presencia de notarios y de documentación notarial propiamente dicha desde mediados del siglo XII, si dejamos aparte a los rogatorios que hacían las funciones de notarios en los siglos anteriores con la recepción del derecho romano y de los usos surgidos en torno a la Escuela de Glosadores de Bolonia.

La presencia de este material ha facilitado la elaboración de estudios sobre la actividad de diversas notarías catalanas del siglo XIII (Alcover, Terrassa y Vic, entre otras) y presentar la edición de las notas, las imbreviaturae, que redactaron sus detentores en esta época temprana de la implantación del notariado en Cataluña.

Si desde el siglo IX, la presencia mayoritaria de escritores vinculados a la Iglesia (levitas, presbíteros, arcedianos, monjes, etc.) contrasta con la escasa actividad de laicos realizando las funciones de rogados (generalmente identificados como laicus o por su profesión, como es el caso de algún iudex o magister), a partir de la segunda mitad del siglo XII estos escribanos empezarán a adaptarse a la nueva realidad, iniciando su transformación hacia el notario público, un profesional investido de la fe pública por parte de quien tenía la potestad de conferirla.

Del mismo modo, la escritura, la carta altomedieval, con un discurso documental vehiculado por la Ley Gótica, se convierte en el instrumentum publicum, con la adaptación de su formulario a las nuevas corrientes jurídicas y a las nuevas figuras contractuales que exigía la realidad económica y social del momento.

Uno de los cambios más significativos en la actividad de los notarios catalanes es la presencia muy temprana —a partir de la década de los años veinte del siglo XIII— de los primeros libros de notas: Uno de estos primeros libros es el más antiguo de la notaría de Siurana, lo único que se conserva de este siglo.